martes, 4 de marzo de 2014

Choque de trenes en Crimea...


Desde aquí oigo el tozudo silbato de ambos trenes. Ciertamente, se avecina un gran cataclismo en el Sur de Taúrida.





Por aquellos lares, hombres y mujeres están hechos a fuego, al hambre y al frío. Son tercos y orgullosos de la tierra que pisan. Valoran lo que entienden que es su dignidad muy por encima de su dura y sacrificada existencia. Lo llevan en la casta y en el tuétano de sus huesos. Apenas pueden elegir… Los conflictos en Taúrida acaban empapados en sangre…




Crimea ha sido cruento campo de batalla durante los pasados siglos, y en este conflicto el viento me trae un fuerte tufo a siglo XX… La UE está desorientada y sumida en una crisis financiera a la que trata de poner remedio sin impedir que vuelva a repetirse en cuanto los mercados así lo decidan. Permanece ojiplática ante el ascenso de la extrema derecha en Escandinavia, Austria, Suiza, Francia e Italia, y paralizada ante el desarrollo del neonazismo en Grecia. Todos sabemos ya que no va a saber reaccionar ante el enconamiento de rusos y ucranianos en no ceder ni en quién tendría que hacerlo antes…
Una amenaza de sangre se cierne a las puertas de Europa, sobre la tierra de mis ancestros... como se cernió sobre Mostar, Dubrovnic, Tuzla y Sarajevo en los estertores del siglo pasado. Pronto Sebastopol, Yalta o Balaklava, volverán a los titulares de los periódicos, como en siglos pasados.



Cimerios, tauris, milenios, godos, hunos, alanos, genoveses, bizantinos, tártaros, turcos, rusos, otomanos, piamonteses, británicos, franceses, rusos blancos, alemanes, soviéticos, y ucranianos se han disputado las piedras de esta península y muchos han dejado sus huesos en ella.



En el estadio Zenit de Kiev, hoy llamado estadio Start, un monumento recuerda la gesta de algunos jugadores del Dínamo, el 6 de Agosto de 1942. Formaron parte del equipo Football Club Start en plena ocupación de la Wehrmacht . Debían enfrentarse al Flakelf, el equipo de la Fuerza Aérea Alemana.



Hambrientos y ateridos de frío, comenzaron el partido resignados a perder, pero en cada patada a la espinilla que el árbitro de la SS no les pitaba, en cada afrenta, en cada provocación, se iba conformando lo que ya estaba latente en todos ellos, un afán de superación en la dignidad de generaciones que no pudieron evitar que aflorara. El primer tiempo finalizó 2-1 para el equipo de los desheredados de Kiev. Era una afrenta para los representantes del Tercer Reich. Entonces les explicaron claramente que no debían ganar. Si ganaban el partido perderían la vida. Debieron de aceptar pagar el precio, porque aún fueron mejores durante el segundo tiempo. Ya con 5 a 3, los ucranianos seguían maravillando y demostrando su superioridad en el terreno de juego mientras laceraban el orgullo nazi. Estaban venciendo al equipo que no debía perder. Tras el partido ganado creían que estaba todo perdido, pero los alemanes les obligaron a jugar de nuevo diez días después, el 16 de agosto. El Start se enfrentó entonces al Rukh, el equipo de la Gestapo, y el resultado fue 8-0 para los ucranianos. Tras el partido, fueron detenidos, torturados y enviados al campo de trabajo de Sirets, donde Klymenko, el portero Trusevich e Ivan Kuzmenko fueron ejecutados en febrero de 1943. La leyenda cuenta que Trusevich murió con el buzo de arquero puesto... La película "Evasión o Victoria" está basada en aquella gesta:
El Partido de la Muerte


En plena ocupación alemana, cometieron la locura de derrotar a la selección de Hitler en el estadio local. Les habían advertido: Si ganáis morís. En la muerte proclamaron su coraje. Orgullo y honor, que no encuentra parangón en la historia reciente.


Pues cuando Stalin invadió Taúrida, aún acusó a los tártaros de ser colaboracionistas y los expulsó de sus tierras y los diseminó por estepas y malpaises… Y así está ahora aquella tierra, con una peligrosa mezcla entre los expulsados que han querido regresar y los colonos que la hacen suya… Y así está hecho aquel pueblo. A látigo y a cuchillo… A destierro, a humillación y a terco orgullo de pueblo desheredado.


Dios quiera que alguien ayude a hacer frenar a esos dos trenes a toda máquina que se ciernen peligrosamente sobre Crimea.

Dios quiera que no lamentemos el cataclismo anunciado a bombo y platillo.




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